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Lo supe cuando a la hora del recreo me vi a mí mismo partiendo en dos mi galleta de miel y dándole uno de los trozos a Gretel, mi compañera de curso.
La mitad que le di fue la más grande y eso, en lugar de importarme, me puso feliz.
"A de amor" anoté en mi cuaderno, pero no supe qué más escribir, así que me quedé mirando a través de la ventana. En unas horas más, ese mismo sol que alumbraba el patio se escondería y todo se pondría naranjo. Como las galletas de miel. Como el verano que anunciaba el final de curso. Como el pelo de Gretel.
In La infancia de Max Bill - texto de María José Ferrada, ilustrado por Rodrigo Marín Matamoros